sábado, 6 de septiembre de 2014

Aunque no quieran verlo

Cierra los ojos una vez más, pero no parpadees. Mira a tu alrededor, verás que puedes ver más allá de lo que tus ojos te ofrecen, mucho más lejos de lo que tu mentalidad puede ver. Allí, en un recóndito lugar de tu ser habita la verdad. Pero vuelve a mirar a tu alrededor, y observa como los videntes se ciegan y los ciegos empiezan a ver, a ahondar en la verdadera realidad. Pero ve más allá, no ceses en el intento; porque ciego es sólo el que viendo la auténtica realidad, prefiere mirar hacia otro lado.




Y en esa travesía hacía lo oculto, toma conciencia de cómo miles de personas pierden su casa cada día, arrastradas por un juego macabro a la vez que sucio por parte de los bancos; pero observa cómo cada vez más gente pierde su casa, y cómo cada vez hay más casas vacías. ¿Es esa la verdadera realidad que queremos vivir? ¿Dónde están los sentimientos de las personas, se olvidaron en cada libreta, en cada nómina? Quizás habría que buscar un poco de coherencia en cada embargo, porque la lógica se escapa a que aun devolviendo aquella nave o negocio que no has podido pagar y que el banco se haya quedado con la cantidad pagada, te puedan embargar  también la casa que has avalado. ¿No había suficiente con destrozar un negocio, que había que derribar también la vida de aquellas familias?


Pero aun así, la insensatez de esta sociedad podía ir más lejos que de dejar gente en la calle y casas vacías incapaces de venderse.  Porque robar por hambre será delito, pero la corrupción del político siempre será respaldada por altos cargos. ¿Puede haber algo más cruel?
Pero volvamos a mirar alrededor, para ver que comenzamos a despertar, para ver que empezamos a ver lo que otros no ven. Y que en esta desgraciada paradoja vemos como la crisis arruinó centenares de bancos, los ahorros de miles de familias desaparecieron, aquellos sueños e ilusiones se esfumaron de una forma brusca y dolorosa. Pero no teman, dijeron algunos, que el gobierno solventará los agujeros bancarios con dinero del estado, sí, de ese estado que somos todos, al final pagamos entre todos a los bancos…esos mismos bancos que ahora nos dejan en la calle.




Caminando en esta paradoja, descubrimos cómo bajo nuestros pies, resurgían grandes edificios, estructuras que parecían deslumbrar a media Europa o  al mundo entero. ¡Cuánta tecnología! ¡Vaya medios de transporte! Presumían desde aquí; pero olvidaron que la grandeza de un país se forja en la formación de las personas, porque el estado lo forman las personas.  Quizás ahora podremos presumir de aquellos aeropuertos como el de Ciudad real o Castellón vacíos, de esos tramos de carretera que no van a ninguna parte, de esos hospitales a medio construir como el de Toledo que no salvarán ninguna vida… y cómo al mismo tiempo, miles de mentes brillantes abandonan nuestro país en busca de unas condiciones de vida mejores. Quizás así, creceremos como país, con infraestructuras vacías de mentes capaces de darles un uso apropiado. Eso debieron pensar…. Una vez más en esa incoherencia tan propagada.


Si miramos más allá de un país, un color o una bandera, queremos acabar las guerras pero vendemos armamento a países en conflicto. Queremos acabar con el hambre en los países africanos mientras en el resto del mundo cada vez es mayor el índice de obesidad infantil. Queremos acabar con el calentamiento global pero tan codiciado es el descubrimiento de los pozos petrolíferos que se pierden millones de dólares con esos fines. Queremos descubrir la cura de grandes enfermedades cuando todavía hoy, en muchos países, muere gente por un simple resfriado.  Queremos acabar con la esclavitud humana cuando cada vez son peores y lamentables las condiciones de empleo. Pero el ser humano es así, capaz de descubrir el fuego para solventar el hambre, o utilizar armas de fuego para saciar las ganas de venganza.


Cuando no nos quede nada, y todo sea un suplicio, será importante la actitud para afrontar los desafíos que nos plantea la vida. La sociedad podrá condicionarnos, pero las personas van más allá y quizás algún día, sea la sociedad quien se adapte a las necesidades de su pueblo. Porque descubrí que aún en las peores condiciones, todavía queda lugar para sonreír y sacar una sonrisa a los demás. Podrán quitarnos nuestro hogar, nuestro dinero, nuestro negocio, nuestra salud…. Pero nunca podrán arrebatarnos lo que somos, seres con ganas de vivir y ser felices, aunque nada o nadie quiera verlo.