sábado, 16 de febrero de 2013

Más allá de lo que ves



Cerremos los ojos por un momento, y en el silencio de esta metáfora, pensemos en todo aquello que se escapa en cada mirada superficial, en cada comentario que hacemos sin una verdad, y en cada una de las verdades que se pierden por no haber mirado más allá de lo que la vista nos ofrece. 

Seguramente seriamos incapaces de pasar un sólo día sin mirar a lo que nos rodea, taparnos los ojos para vivir la realidad de otra manera; y a pesar de que basamos nuestro mundo en lo que vemos, miles de personas ven únicamente oscuridad; imágenes que una deficiencia en la vista, se llevó para no regresar jamás. ¿Y acaso por ello los ciegos viven peor, o más infelices que nosotros? Toda mi admiración a esa gente, que ha aprendido a ver más allá y a mirar con el corazón para encontrar la verdadera realidad, la que se esconde en el suspiro de un deseo, en el roce de esa mano que te abraza asegurando que todo irá bien o en el silencio de la tristeza, sabiendo que ya nada será igual. Y no importa que no puedas mirar la cara de esa gente que te quiere, que no puedas sentir el fervor que causa un atardecer, que no puedas mirar a los ojos a quien te hace feliz; porque estoy convencido de que serás capaz de ver más lejos de la apariencia y el poder, y te puedo asegurar, que los auténticos ciegos son los que no ven más allá. Porque la imagen es una foto que se borra con el tiempo, pero vosotros no buscareis una mano, sino la intención del que te la tiende; no deseareis un objeto, sino la utilidad que puede tener en vuestra vida; no os fijareis en el atardecer, pero sí en la persona con quien lo compartís, y estoy seguro de que si algún día encontráis el amor, seréis los más felices del mundo, porque no veréis una cara bonita, sino esa belleza interior que ni el tiempo ni los años es capaz de llevarse.

Este es nuestro mundo; plagado de ciegos que ven, y videntes que se ciegan. Vivimos en una sociedad que nos incita a creer que sólo existe lo que vemos, y donde todo aquello que se escapa a nuestra mirada, es sólo un espejismo. A veces nos cegamos nosotros… y otras veces, sin quererlo, nos ciegan. La tele sólo nos informa de las cosas malas, de las desgracias económicas que tanto sufrimiento arrastran, los desastres meteorológicos o las barbaridades que puede llegar hacer un hombre si le dotan de un arma ¿Qué pasa, acaso no ocurren cosas buenas en el mundo? Parece que lo que no ves, no ha existido y los medios de comunicación sólo informan desde punto de vista que hace ver la realidad de una manera determinada. Creo que para que el mundo mejore, deberíamos cambiar nuestra mentalidad y en vez de buscar los defectos y errores de este mundo tan imperfecto, fijarnos en lo bueno que tenemos, en cada una de nuestras virtudes, y no echar en falta todo aquello que nos falta, porque seguramente si en la televisión nos mostraran cosas buenas del mundo, esto nos incitaría a realizar buenas acciones: somos lo que vemos. Pero hay veces que por no sufrir, preferimos no mirar; o hay veces en las que, sencillamente, preferimos mirar a otro lado. Porque mientras nos hablan de corrupción, mientras solventan nuestro hambre de verdad con falsas esperanzas de recuperación económica y absurdas tensiones políticas, hay verdaderos dramas que merecen un espacio igual o mayor en los informativos: porque miles de personas mueren de enfermedades como el cólera en países de menor desarrollo y que se solventaría con una humilde inversión económica. Pero por lo visto no interesa que miremos allí, porque piensan que si no lo vemos, no existe el problema. Y queridos amigos, no hay mayor error que el de aquel que no quiere ver, por muy duro que sea mirar.


Os animo a ver el video entero para entender mejor de lo que os hablo y abrir los ojos a la verdad que la televisión no nos muestra… o podéis no hacerlo y ser uno más, para sentiros como aquel político que mira a otro lado, pensando que así cambiará algo.

 Esto no es sólo un problema social y alejado de nuestra vida: es algo que nos involucra a todos y cada uno de nosotros. La mentalidad de esta sociedad hace que nuestra vida se tambalee en un resultado que no siempre dependerá de nosotros. El mundo sólo verá una nota, una calificación, y  desgraciadamente para él,  todo ese esfuerzo que no se aprecia en cada victoria o fracaso, todo ese sacrificio que realizamos para obtener un número que nos clasifique, pasará desapercibido, será una voz en ese extenso silencio que nunca nadie podrá escuchar o sentir. Porque más allá de cada número en nuestra vida, nadie verá esos días en los que nos levantamos con ganas de comernos el mundo; nadie valorará esos días en los que deseas que la tierra te trague por no ver recompensados cada uno de tus pasos; nadie verá tus verdades y dificultades que sacaste adelante en el silencio, luchando contra viento y marea, y que al mostrarlas al exterior parecerán excusas… cuando realmente sólo existen verdades, porque nuestro camino está repleto de zancadillas… pero el mundo no busca explicaciones, sólo quiere ver que lo consigas; no verá más allá.

Todo el mundo lo sabe, pero pocos pueden hacer algo para cambiarlo… aunque estoy convencido de que cada pequeño detalle cuenta: si dejamos de ver una imagen, y nos preguntamos qué hay detrás. Espero que compartas este post, para ver si entre todos, poco a poco, comenzamos a abrir los ojos…. O si no, dejareis que el silencio siga ganando esta batalla. Pero recordad que sólo nosotros conocemos la dificultad y el valor que se esconde detrás de cada uno de nuestros pasos, y que más allá de lo que puedan ver o decir, somos dueños de nuestro mérito.
¡Nos vemos en dos semanas!

domingo, 3 de febrero de 2013

Nuestra felicidad no tiene precio



“Apartemos el lujo y midamos las cosas por la utilidad que nos aportan” Séneca
No hay forma más gráfica de empezar este post. Huir de lo material para encontrar aquello que nos hace útiles, únicos; eso que lejos de esclavizarnos, nos hace personas.
¿Imagináis un mundo en el que la confianza no se mida por el color de un billete, la gente no se mueva por el interés y el poder no resida en aquello que ganas, sino en todo lo que das? Parece difícil hablar de una realidad así, ideal, pues desde que nacemos nos muestran el mundo como un lugar de lucha y sufrimiento, un lugar de difícil remedio y donde cualquier parecido con el paraíso, es pura coincidencia. Algunos se preguntarán por qué añoramos tanto nuestra infancia, por qué todos los recuerdos de esa etapa de nuestra vida permanecen grabados a fuego en nuestra mente, como un colchón de paz donde podemos refugiarnos cuando las cosas van mal. La respuesta es sencilla, contundente: no necesitábamos mucho para ser felices, para despertar la ilusión de cada momento y vivirlo como si fuera único. Pero tampoco no engañemos, un niño tampoco puede jugar con sentimientos, necesita un medio para transmitir sus sentimientos…. y es ahí, con los primeros juguetes, cuando comienza esa esclavitud material.

Poco a poco la sociedad nos va marcando los pasos en su modelo capitalista: después de los juguetes, vendrán otros objetos de apariencia más apetecible, como bicis, motos, coches, una casa… y hasta ahí todo normal, pues todos entendemos que los humanos no podemos vivir en un suspiro, en puro aire. El problema aparece cuando más allá de satisfacer nuestras necesidades más básicas como el comer o el dormir, lo material se convierte en una necesidad para satisfacer otros aspectos como la amistad, el amor o rellenar esa sensación de vacío que el afecto no logra satisfacer. Ya poca gente puede vivir sin el tono de un móvil cerca, un ordenador o internet; y sin ello, te quedas sin vida social, que es a las personas como el agua a las plantas: necesario para la vida. Éste es el alto precio que la sociedad nos impone. O juegas a su juego, o este imperio materialista te discrimina. ¿Ves que todos estamos sometidos a este modelo materialista?
Porque no hay mayor droga que el dinero, moneda de cambio que nos obliga a generarla para vivir, pero que seduce cada vez que roza tus manos: con él te crees un semidiós, poderoso, capaz de ponerle un precio a nuestro mundo para controlarlo. Y no hay mayor error que este, porque la gente más valiosa en este mundo es aquella que hace de una sonrisa el plato de cada día y tratan de salir adelante con los pocos recursos que tienen; mientras que esos que luchan por el poder y tratan hacer del dinero su felicidad no son una nada en realidad, pues dinero no regala vida, sino muerte cada vez que pasa de mano en mano. Todos hemos dicho alguna vez: “Si tuviera más dinero haría….” “Ojala fuera rico para...” Va ser que el dinero es más adictivo de lo que pensabas: es ahí cuando, contaminado por la mentalidad capitalista, lamentas la vida que te ha tocado, porque este modelo siempre te pedirá más, esclavizando tus deseos, sueños e ilusiones. Pero no sucumbáis a esta imposición, huir de todo aquello que no os haga libres y, ante todo, no caigas en esa frustración que haga depender vuestra felicidad de lo físico y material, que te obligue a comprar para satisfacer tu infelicidad y a trabajar como un esclavo para generar más dinero para poder seguir comprando. ¿Seguro que no eres una marioneta más en este juego de los mercados?

Pero hay algo que los dueños del mundo olvidaron: la felicidad es un arma de dos direcciones, puedes ser feliz si haces feliz a los demás, y muy infeliz si vendes tu suerte a un físico que mañana se esfumará, y del cual sólo quedará el recuerdo: eso es algo que por más que se empeñen los que tienen el poder, jamás podrán entender. Un atardecer al calor de tu familia, el abrazo de una entrañable amistad, la mirada de un amor verdadero,  o el cariño y afecto hacia ese que ya no está, es algo de valor incalculable, nadie podrá poner precio a nuestros sentimientos y emociones, a ese mundo de color que nos aleja la visión de un mundo que se antoja gris. Y no necesitas comprar unas vacaciones paradisiacas, un coche de lujo o un anillo de diamantes... basta con regalar una sonrisa, y en la medida que hagas feliz a los que te rodean, así de grande será tu felicidad.