sábado, 26 de septiembre de 2015

En tierra de nadie


“Con frecuencia solemos caer en la trampa de considerar "nuestro", frente a lo nuevo, aquello que tenemos desde hace tiempo aunque, en su origen, nos viniese tan de "fuera", nos fuese tan "extraño" como lo nuevo de ahora.” José Luis Aranguren




Algo aparentemente tan rocambolesco viene a simplificar que a menudo solemos apropiarnos de cosas que no nos pertenecen: de objetos, seres, enseres y lugares que están ahí mucho antes de que el ser humano tuviera la capacidad de entender y la oportunidad de pensar. Algunos de ellos, ni siquiera los elegimos. Pero el humano, terco y testarudo, no duda en apropiarse de lo que no tiene dueño.

Un ejemplo claro son los continentes, naciones, comunidades, provincias y ciudades que pueblan nuestro inmenso punto azul. Pese a ver al vecino como un extraño, y cuanto más lejano más extraño, todo en su conjunto pertenece a una misma entidad: el planeta Tierra. Aquí la gente camina desorientada intentando imponer su propia verdad, tratando de exaltar sus colores y banderas sobre los demás, demostrando su hegemonía al resto del mundo. También es común el efecto contrario, miradas ingratas cada vez que una persona venida “de fuera” llega a lo que la gente considera como suyo. Como si fueran ellos los fundadores de un territorio que pese a estar disfrazado de calles, muros y riadas de cemento, existe desde tiempos inmemorables. Es por ello que debo recordar, queridos lectores, que ninguno de vosotros eligió el lugar donde debería nacer ni el curso de la historia en el que habitaría, es por ello que me veo obligado hacer una parada en esta incesante travesía de desenfreno en la que vivimos y plantear la siguiente pregunta: ¿Es lógico injuriar al vecino defendiendo unos colores, una bandera y un lugar que no elegimos? Y es cierto que todos nos sentimos orgullosos de nuestra tierra, de nuestros orígenes y nuestras culturas, de nuestra tradición y nuestras gentes, pero incluso en el transcurso de esta entrada, es difícil omitir el posesivo, aunque objetivamente, habría que comenzar a pensar que nada de ello nos pertenece.

Nada de eso nos pertenece porque gran parte de esas tradiciones y cultura que hacemos como nuestras, estaban ahí antes de que naciéramos y todo ello, permanecerá incluso después de nuestra muerte. ¿No es pues, nuestra vida una simple anécdota en un mar de palabras? Tan corta y breve como esta entrada, tan dulce y amarga como esta verdad.

Y a esta altura, muchos de vosotros os preguntaréis dónde quiero llegar con eso de que el lugar y su entorno, no nos pertenece. No hay que remontarse muy atrás en el tiempo, sólo basta con ojear un periódico o ver las noticias.  ¿Qué ocurre si esa tierra que tanto estimamos, nos da la espalda? Que quedaremos en tierra de nadie, al desamparo de una acogida que se antoja difícil. Es necesario matizar que tanto el revés de un territorio como la negación de acogida se produce por el mismo fenómeno: la posesión de un terreno que no pertenece a nadie. Una guerra civil nunca podrá enterrar la verdad, ni una negación de acogida, esconderla. Porque más allá de lo que muchos creen, no podemos poner barreras, muros o estamentos que limiten una nación; una nación que no eligieron, una nación que no elegimos. Es aquí donde aparece la idea de empatía, porque si el dirigente, político o ciudadano que espera con las manos en los bolsillos estuviera al otro lado del muro, como refugiado, las circunstancias cambiarían. Y podría haberlo estado, ¿por qué no? Él tampoco eligió su origen.

El mundo, esa cultura, esa tradición, es un préstamo que se nos da para esta breve estación llamada vida. ¿Os imagináis que un día fuerais a un parque y al sentaros en un banco os dijeran que debéis abandonarlo porque es de los vecinos del barrio?  No podemos adueñarnos de lo que no tiene dueño.

Desconozco si esta entrada es una osadía desde la primera palabra o tan sincera  como para ser contada, pero espero que cale tan hondo como lo puede hacer un baño de realidad. Y es que están tan acostumbrados a ver todo tan controlado, todo tan ordenado que cuando una población en masa pide ayuda y huye, buscando algo mejor, como haría cualquier persona por mucho amor que le tenga a “su tierra” ( y el que diga que no miente) que deberíamos empezar a plantearnos que la inmigración y emigración son nada más que una pequeña parte de este proceso de globalización que nos permite abrir la mente y darnos cuenta de que todos, en nuestro conjunto, pertenecemos a la misma especie y por ello deberíamos caminar unidos, con un mismo destino común, como ya lo hicieron grandes civilizaciones como los Mayas o los Egipcios, sólo que más adaptado a nuestro tiempo. Sólo así, lograríamos grandes cosas, porque la grandeza humana no está escrita y fluctúa sin unos cimientos firmes.

Este diminuto punto azul, situado en medio de un inmenso universo, que acoge una infinidad de parajes, de tierras, de seres y criaturas de diversa naturaleza, que ha criado al humano desde antes que este comenzara a dar sus primeros pasos, desde antes que aprendiera lo importante que es cooperar y socializarse porque solo, no puede ser autosuficiente; que ha vivido tantos encuentros y desencuentros; que se ha emocionado tantas veces cuando una persona lo abandonaba hacia un más allá y que ha llorado de alegría al revivir un nuevo nacimiento; que ha visto levantar tantos imperios y hegemonías, empuñando armas y escudos, y que a la vez ha contemplado como se desvanecían comidos por su mismo orgullo y egoísmo; esta tierra es la misma que ha vivido tantas veces el trasiego dubitativo de tantas personas, buscando un  mañana mejor, aquello que perdieron sin merecimiento alguno o que quizá, nunca llegaron a tener. Este mundo, pequeño en ocasiones, inmenso ante la humanidad, también fue, es y ha sido testigo de grandes hazañas, logros y éxitos, porque aquello que nos pertenece a todas las personas de este planeta, sean de dónde sean, vivan donde vivan, es esa capacidad como humanos de tender la mano ante la dificultad, de no arrugarse ante la incertidumbre y sacar a la luz lo que sí elegimos: nuestra grandeza como especie cuando desde la humildad, ayudamos al que lo está pasando mal.









jueves, 24 de septiembre de 2015

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sábado, 25 de julio de 2015

Cuando un adiós es para siempre


"Te digo adiós para toda la vida aunque toda la vida siga pensando en ti "




Vivimos acostumbrados a despedidas. El adiós se vuelve una constante cuando pasan los años, una parada irreversible en el tiempo sin una fecha de regreso. Muchos de nosotros sucumbiremos en el dolor que supone abandonar a alguien y viviremos el resto de nuestras vidas estigmatizados, marcados por el poder que el tiempo nos impone; otros, sin embargo, sólo dejaran que la vida fluya, como transcurren los años, los meses y los días. Pero si hay algo de lo que podemos estar seguros, es que cuando el adiós nos elige, un sabor amargo enturbia ese abrazo o ese agitar de manos que con melancolía, recuerda que ya nada volverá a ser igual.

Muchos de vosotros recordareis esas mañanas en el colegio cuando con 3 o 4 años, os aferrabais a los brazos de vuestros padres para no bajar a un suelo donde todo era nuevo: la vida se abría paso en la inocencia de la niñez. Por delante quedaban horas que compartir con gente desconocida, en un lugar extravagante por nuestra experiencia y confuso, repleto de niños de diferentes edades y numerosos adultos. Fue entonces cuando aprendimos que la despedida no es una necesidad, sino más bien un deber, del que no podemos huir ni escondernos. Pero poco a poco ese niño o niña fue creciendo y descubriendo que en la apariencia de una despedida, tan sólo había un “hasta luego”. Nuestro mundo no acababa ahí, todo era una mera parada en nuestro camino. No un punto final sino más bien, una coma. Así, las paradas se fueron repitiendo una tras otra en el alba de cada mañana, las comas fueron poblando nuestra hoja en blanco. Con buena letra, la aventura se escribía con cada paso que dábamos.

Pero todo no iba ser tan sencillo como se muestra en la infancia. Al finalizar el colegio descubrimos que el pasar de los años nos empuja a algo mucho más profundo, un naufragio a la deriva donde sólo tenemos claro lo que sucedió, aquello que ya no es, porque lo que puede ser, todavía habita en nuestra imaginación. Destapamos la caja de la verdad para ver que no sólo existen “hasta luegos”, sino también “adiós” tan auténticos y reales que nunca más volveríamos a pisar donde hasta ahora, habíamos pisado siempre. Quizá muchos abandonaron el colegio sin ser conscientes de que ya no habría vuelta atrás, y emprendieron nuevas aventuras sumergidos en la ilusión de un nuevo comienzo, convencidos de que lo mejor estaba por llegar. ¡Siempre hemos deseado lo que no tenemos! Crecer cuando somos niños o parar el tiempo cuando llega la vejez. Y no es hasta que te cruzas de bruces con la realidad del mundo exterior, cuando te das cuenta que el mundo del que deseabas escapara para crecer, era un universo perfecto. ‹‹¡Qué tiempos en los que tenía todo hecho y no debía preocuparme!››, pensarán algunos, sin darse cuenta de que esa aventura en nuestro camino, ya finalizó hace tiempo; y puede que no todos, le diéramos la despedida que se merecía.

Así pasarían los años, viviendo en la promesa de un ir y venir de “hasta luegos” y “adiós” que se compensarían con nuevos lugares que descubrir, otras personas que conocer e inéditos naufragios en los que aventurarse. La historia se repetía en un retorno cíclico: compañeros que despedir cuando acababa el curso o la temporada; viajar y compartir nuestro verano con la gente cercana; volver a despedirse del sol, la playa o el cálido sentimiento de la cercanía; otro curso o temporada…. Muchas veces cargados con nuestras maletas; otras, cargando el corazón de sentimientos. Pero cada vez que mirábamos la estación de tren, bus o el aeropuerto, intentábamos recordar que en lo que parecía irreversible,  sólo era un “hasta luego”. No obstante, siempre lo hemos sentido como una parada frente al abismo de la nada, en el borde de un acantilado donde se asoma el vacío, empujados por un tiempo que nos martiriza en cada movimiento que hace. Porque cuando parte de nuestro mundo se queda en tierra, nuestro universo se vuelve un poco más pequeño.

Todavía nos quedaría por descubrir la mayor aterradora de las verdades. Un hecho que bañaría aún más, de amargura esas despedidas. De desconcierto y desolación. Porque a veces los viajes no conducen a una nueva ciudad o un nuevo continente, sino a una tierra prometida. Siempre dolerá más que aquella persona de la que nos despedimos en medio de la aventura, de ese amor o esa amistad que fue una estación pasajera. Siempre dolería más porque aquella persona que nos abandonaría para siempre, sería alguien cercano con el que compartimos momentos que quedaría grabados en nuestro interior eternamente. Un último adiós es doloroso, injusto, pero no deja de ser una nueva oportunidad para sentir de nuevo a esa persona. Compartir sus últimos latidos, sentir su respiración. Sentirlo vivo porque en nuestro corazón, prometimos que viviría para siempre.

En ese momento abrimos los ojos para ver que hay una verdad desconocida, que causa mudez hasta en el más avispado, porque la estación donde paran nuestras vidas es común para todos y a la vez, tan desconocida como nuestro origen. Aunque la verdad tan aterradora como os decía, fue descubrir que cualquier “adiós” o “hasta luego” podía convertirse en una despedida sin retorno, en un adiós al más allá. Nunca sabremos cuando será la última vez, ni siquiera, si tendremos la oportunidad de despedirnos. Por eso cada vez que pensamos en la amargura de una despedida, deberíamos recordar la dulzura que subyace en ese abrazo o agitar de manos porque al menos, tuvimos una nueva oportunidad para sentir de cerca a esa persona. El destino nos brinda una nueva oportunidad que no podemos desaprovechar. La despedida será eterna si en nuestro interior, habita el vivo recuerdo de que lo sentiríamos por siempre.  





                                                                                                                                                                              

sábado, 4 de julio de 2015

Os lo debemos

Estoy convencido de que si Platón o Aristóteles volvieran del más allá y observaran el panorama actual, se llevarían las manos a la cabeza. Serían incapaces de comprender el trato a un pueblo que tanto nos ha dado, aunque no seáis conscientes de ello.


Haciendo un breve viaje por las aportaciones griegas al mundo y aunque parezca irónico, encontramos la MONEDA.  Es cierto que fue inventada en el siglo VII antes de Cristo en Lidia, un pequeño reino de la costa de Anatolia, pero fueron los griegos quienes realmente comprendieron su utilidad y expandieron su uso a todo el Mediterráneo. También son invención griega la primera moneda única europea, cuando en el 449 antes de Cristo Atenas ordenó que las monedas extranjeras fuesen entregadas a la ceca ateniense y forzó a todos sus aliados a adoptar su divisa, el dracma.
Sonará curioso y nuevamente irónico, pero también debemos a los griegos la DEMOCRACIA. A los antiguos griegos nuestros sistemas democráticos actuales les parecerían tiranías (y quizá se lo parezcan hoy a muchos griegos modernos). La razón es que la democracia griega no era representativa, sino directa, nadie delegaba su voto. Además, otra de las grandes aportaciones fue la FILOSOFÍA.  Grecia nos enseñó a cuestionarnos el porqué de las cosas, a preguntarnos por nosotros y por las cosas que nos rodean, dando a luz a la Filosofía. Seguramente no será algo que os sirva para triunfar en programas como “Sálvame” o llenar las portadas de la prensa rosa, pero a aquellos que la descubristeis, seguramente os ayudó a crecer como personas. Podéis sentiros unos afortunados, gracias a filósofos como Platón, Aristóteles o Sócrates todavía tenemos neuronas útiles.  Gracias a la filosofía aparecerán más tarde otras formas de pensamiento, como la ciencia (conocida hasta el siglo XVIII como filosofía natural). Su valor para Occidente es incalculable.

También les debemos parte del teatro, como la TRAGEDIA. En un principio tenía una función religiosa, como parte del culto al dios Dionisio, pero pronto se convirtió en un espectáculo de entretenimiento.  Otra aportación importante se produjo con las MATEMÁTICAS. Seguramente muchos se quedaron sin comprender muy bien algunos de los teoremas y su aplicación en su vida diaria. Pero, ¿cómo sería el mundo sin el Teorema de Pitágoras, sin la geometría euclidiana, o el Teorema de Tales? Más bien, sería inimaginable.

Os voy a pedir un favor. Mirad a vuestro alrededor un instante y observar cuantos de los objetos que os rodean no gozan ni de un mísero tornillo. Pues bien, el TORNILLO, aunque generalmente se le atribuye a Arquímedes de Siracusa que la habría desarrollado en torno al 300 antes de Cristo, el precedente estaría en Arquitas de Tarento, el alumno más brillante de Pitágoras y buen amigo de Platón.  Dicen que en el año 2000, el Journal Of Hydraulic Engineering, un importante periódico de ingeniería, propuso un estudio para mejorar los parámetros del diseño del tornillo. Acabó llegando a la conclusión que el diseño de Arquímedes no era perfeccionable. Para tomar conciencia de su importancia, ¿imagináis que ocurriría si desaparecieran todos los tornillos del mundo? Más de uno caería de culo al suelo en este momento.

También otras tantas otras aportaciones como LAS OLIMPIADAS, en el deporte o esas noches con la familia o amigos degustando una PIZZA. ¡Sí, la Pizza! Aunque es conocida como una comida italiana, ¿sabíais que la pizza era originalmente griega?  No del territorio que hoy llamamos Grecia (y que en realidad habría que llamar la Hélade), sino de las colonias griegas del sur de Italia y Sicilia (lo que se llamaba entonces la Magna Grecia). Pizza significa pan en griego, aunque para ser más exactos, es la pronunciación italiana de la palabra griega pita.

Seguramente ahora en verano os apetezca una DUCHA fría cuando el mar o la piscina no están cerca. Pues bien,  como queda reflejado en los jarrones helenos, esta invención nació en los gimnasios griegos del siglo IV antes de Cristo.  Por último recordar otros como la NOTACIÓN MUSICAL (fueron los primeros en ver la necesidad de una notación para escribir la música) y EL HELADO BLANDO. (el de máquina que se sirve en forma helicoidal, precisamente como un tornillo de Arquímedes y que fue supuestamente inventado por Thomas Carvelas, un humilde emigrante griego a Estados Unidos.) Ah sí, y ¡los DADOS! Al menos eso escribió Sófocles, que atribuía su invención a Palamedes de Argos. ¿Quién no ha jugado alguna vez a la oca o al parchís? Qué sería de la infancia sin estas cosas…

No deberíamos olvidar que detrás de una deuda económica no sólo residen números, no sólo hay bancos y negocios; en el fondo de toda esta maraña aguarda un lado humano, millones de familias que esperan con desconcierto el futuro de un pueblo que ha sido y será la cuna de Europa.  La lucha de varias generaciones se quiere hacer temblar por un juego sin sentido, un sistema en el que o juegas al mismo ritmo que los demás, o estás afuera. Recuerdo la vez que oí a un Pediatra decir que estaba “cansado de un mundo en el que los adultos se comportan como niños”. Qué irónico, ¿no? Eso parece cada vez que oímos la palabra “corralito”, como al niño que lo apartan por no jugar al mismo juego que el resto.

Niños acompañan a sus madres cada mañana a los cajeros para sacar los 60 euros diarios para poder comer. Todo se paraliza. Las viejas generaciones se llenan de incomprensión mientras las nuevas, de incertidumbre. ¿Dónde queda todo lo luchado hasta entonces? ¿Dónde quedan los ahorros que tantas familias habían confiado a un sistema que ahora les da la espalda? No importa ser de derechas o de izquierdas, no importa que el partido sea nuevo o viejo, no importa que triunfe un Sí o un NO. Del lado humano, entendemos todos;  pero de cuál es la mejor opción para el futuro del pueblo, ni el más entendido puede asegurar el acierto.

Desde el blog queremos mandar un mensaje de solidaridad con el pueblo griego, a toda esa gente inocente que ahora se ve involucrada en un juego macabro que no eligieron. Sois un ejemplo de valentía, soportando la presión cuando medio mundo pone la mirada en vosotros mientras que otros apartan los ojos de su responsabilidad. Podrán someteros a gran presión, podrá reinar la información confusa y la desinformación, podrán pediros que saldéis la deuda económica; pero siempre los endeudados seremos nosotros, por no poder pagar todo lo que nos habéis dado como continente tanto cultural como intelectualmente. Es algo a lo que jamás podrán ponerle precio…otro de esos tesoros invisibles.




domingo, 12 de abril de 2015

El Comienzo de la Victoria

Ningún comienzo es fácil, pero no hay nada imposible. No podemos asegurar nada, pero nadie podrá arrebatarnos esas ganas de seguir soñando. Esto, que comenzó como una aventura, se convirtió en una dulce travesía, un largo camino que te atrapa y del que no quisiera escapar.



Es difícil explicar cómo se puede escribir sin saber precisamente eso, escribir. No llegaría a los 4 años cuando, sentado en una silla, narraba aventuras de personajes inventados, mientras la grabadora inmortalizaba cada palabra y mi madre lo plasmaba en hojas para que yo pudiera recordarlo tiempo después. Quizás uno ya nazca con esa semillita que te empuja a sembrar para que algún día, en un recóndito lugar de este inmenso mundo, pueda brotar eso que habita en ti. Seguramente sea una de tantas cosas que se nos son dadas y no elegimos, un regalo que nos llega sin esperar nada a cambio; no puedo ocultar lo agradecido que me siento en este sentido.

Uno pone el interés y la ilusión; el tiempo, que tanto nos tortura por momentos, en este caso se encarga de hacer el resto. Cuentos, historias, redacciones y un intento de libro se cruzaron en mi camino hasta que finalmente di con la obra en cuestión. Bueno, más bien, uno siempre trata de buscar ese cruce, de tentar a la suerte, desafiar al azar. No se si bien o mal, pero lo cierto es que a los 16 años comencé a narrar la historia que hoy os presento, y aunque la acabé dos años después, pasaron varios años hasta que lo pasé de aquel viejo cuaderno al ordenador y me decidí a publicarlo. Desde el blog me gustaría compartir con vosotros algunas de las preguntas que me han hecho:

¿“El comienzo de la victoria”? Por una parte esto no deja de ser un comienzo para mí. Pero más allá de este sentido, la obra trata de buscar una reflexión sobre la vida, nos sumerge en una historia donde todo es el comienzo de todo, " porque todo empieza cuando crees que ha acabado". Cada acción tiene su debida consecuencia y aunque a veces deberán pasar años hasta poder ver los resultados, siempre es grato dejar buenas intenciones en el mundo. Más allá de lo que muchos creen la victoria nunca llega cuando todo va bien; el trofeo, el mérito o la felicidad es sólo una consecuencia a tu valiente actitud. ¡Qué importante es avivar la llama de la ilusión y soñar despierto! Pero entonces, ¿Cúando llega el comienzo de la victoria? ¿Qué significa? ¿Por qué llamaste así a la obra? Os invito a que lo descubráis en el trasfondo de la obra.

A lo largo de la novela encontraréis el drama y el humor mezclado en diferentes fases de la historia, pues como en la vida misma, la alegría y la tristeza se fusionan de manera indistinta en cada una de nuestras vivencias, no habitan por separado; la muerte no es más que un mero recuerdo de cuán importante es vivir de manera intensa. El protagonista iniciará una búsqueda hacia la verdad de la vida y de su vida en sí, guiado por las pautas que marcará una extraña mujer que representará el misterio de la vida, pues esta nunca deja de sorprendernos.

¿Por qué el protagonista se llama Tordo Ibáñez? Muchos me han hecho esta pregunta  entre risas cuando les he desvelado el nombre del protagonista. Es cierto que no es un nombre común y resulta algo gracioso al pronunciarlo, pero la explicación es que precisamente buscaba algo totalmente diferente  para que la gente no la pudiera asociar a una persona real. En este sentido me gustaría destacar que LA NOVELA NO TRATA DE MI VIDA, aunque muchos buscarán ciertos parecidos y harán comparaciones. Mi consejo es que no perdáis el tiempo comparando y sacando conclusiones donde no las hay, porque aunque es verdad que algunas vivencias de la juventud han inspirado algunas de las escenas y personajes que aparecen en la novela, LA HISTORIA ES TOTALMENTE INVENTADA Y LOS PERSONAJES NO SON REALES. Ahora eso sí, ¿alguien conoce a algún Tordo Ibáñez? El protagonista será el Tordo Ibáñez de Madridejos, un personaje peculiar y único.

Antes de finalizar esta entrada, me gustaría hacer una parada especial. Quisiera agradecer a todos los que han hecho posible este libro, tantas personas que me han ayudado a madurar en lo personal y todos los lugares que han inspirado mis historias. Mención especial a mi pueblo, Madridejos, que me ha visto crecer y es el lugar donde se desarrolla parte de la historia. Pero también a otros lugares como Ribadesella, Bournemouth, Alcázar de San Juan y Oviedo que aparecen en la novela. En este sentido me parece muy importante agradecer, yo sólo soy un nexo entre la vida y las palabras. Mérito ninguno. Gracias de nuevo.

Por último invitaros a descubrir la vida de Tordo Ibáñez, espero que os guste y además de entreteneros, sirva para algo. No me gusta escribir en vano, siempre busco dejar una enseñanza o una reflexión a modo de moraleja, algo así como un cuento pero un poco más grande. Aún queda mucho que mejorar, que crecer, porque nunca dejamos de aprender. Me encantaría que me acompañarais en esta aventura. ¿Estáis listos? Bienvenidos.


Ejemplares disponibles por internet en Editorial Círculo Rojo, Amazon, Papelería Arcos, Papelería Cervantes  o contactar conmigo.
Enlaces: 
http://www.amazon.es/dp/849095593X

http://editorialcirculorojo.com/el-comienzo-de-la-victoria/




sábado, 4 de abril de 2015

Un segundo, una eternidad

Suspiros que salen del alma. Palabras que fluyen en una riada de sentimientos. Tu mirada junto a la mía; y tu mano, que lentamente cae para no volver jamás. Todo eso ocurrió en un mero segundo, una nada en realidad, pero que cambió nuestras vidas para siempre.




¿Cuántas veces habremos despreciado esos segundos esperando en una parada de bus, una estación o haciendo cola? Cuántas veces habremos despreciado lo pequeño… ¿no? Poca gente se agacha por un céntimo, pero es la suma de esas pequeñas decisiones, las que marcan la diferencia. La vida es eso, una pequeña suma de momentos y segundos disfrazados de lugares, personas y emociones; porque al final sólo recordaremos el lugar donde todo comenzó, las personas que nos acompañaban allí y el sentimiento que despertaban.

Olvidaremos el segundo en el que el destino nos empujó a tomar esa decisión, donde nada volvería a ser igual tras ello. Cada movimiento en este tablero cuenta en un proceso de ida y de no retorno, porque cada marca en nuestro cuerpo es un eco que el silencio se encargará de recordar. Pero si hay algo que siempre grabaremos en nuestras mentes es el preciso instante en el que cogimos el teléfono para recibir la noticia; y cómo lentamente el llanto sucumbió ante un grito de horror e incredibilidad, el silencio acudió a la llamada y poco a poco inundó nuestros cuerpos. Un silencio turbio, tenebroso, diferente; nada a lo que podamos comparar.

¿Por qué a ella? ¿Por qué a él? ¿Por qué a esas 70, 150, o 200 personas inocentes? Nunca nadie podrá saberlo, porque la tragedia nunca da razones, no avisa, no es justa, no permite despedidas, no entiende de esperas ni ocasiones. Pero a veces, nos da otra oportunidad para nacer de nuevo, para mirar el mundo con otros ojos, apreciar cada segundo que puede cambiar nuestras vidas para bien o para mal.

¿Cómo olvidarlo? Su garganta muda y el alma rota en mil pedazos; sus ojos inundados en un mar de lágrimas y la mirada perdida en la oscuridad del horizonte; las manos clamando al cielo y sus rodillas clavadas en el suelo. El mundo parecía un gigante ante su pequeño ser, todo parecía inexplicable, difuso. Una vida partida, y un futuro borrado. Una amistad desecha y un amor truncado. Todo eso pudo ocurrir en aquel fatídico segundo, una nada en realidad, que despreciamos una y otra vez en el azar de nuestras vidas; pero que puede dejar un estigma para el resto de la eternidad.




¿Todavía los desprecias? No esperes a que el destino llame a tu puerta, no dejes que la tragedia te bañe de dolor y arrepentimiento. Vive, comparte. Todo puede cambiar en eso… un segundo. 

viernes, 30 de enero de 2015

Lo que te hace grande

Tal vez lo que te hace grande no sea el tiempo ni el paso de los años; quizás lo que te hace grande no sea la estatura, ni tan siquiera la piel arrugada al llegar la vejez.  Puede que haya que buscar una causa inmaterial, un ente de esos que nunca llegaremos a ver, pero que empujan nuestra vida desde la profundidad de nuestro ser. ¿Acaso la amistad o el amor lo llegamos a ver?



Jamás veremos los motores que mueven el mundo, porque aquello que no podemos ver, es aquello que permanece perenne al paso de los años. Nuestros ojos apreciaran el efecto de la causa, dos brazos que se juntan, abrazos que naufragan en el afecto… pero nunca la causa en sí. Algo así como que si pudiéramos ver al amor, la amistad, necesitarían ser materiales, a lo cual, nuestra burda mentalidad de humanos no dudaría en ponerle un precio o buscarle una modificación. Por ello su belleza brilla por sí misma, por su pureza. Lo mismo ocurre con lo que nos hace grandes, pues la ausencia de forma crea un misterio oculto que a pesar del paso de las generaciones, permanece en nuestras vidas;  no son los años, pues el tiempo sólo cambia nuestra apariencia física y curiosamente, al llegar a los 30 comenzamos a involucionar. ¿Es la edad aquello que nos hace grandes? Lejos de lo que muchos creen en esta sutil paradoja, cumplir años no es hacerse más grande, pues al llegar a esa edad límite no habría oportunidad de engrandecerse, de tocar las estrellas sin despegar los pies de la tierra.
El mundo insiste en la apariencia de la persona para determinar su grandeza. ¿Quién no recuerda la vez que por fin pudimos lavarnos las manos en el lavabo, ese que parecía tan alto? ¿O la vez que nos dejaron sentarnos en el asiento de copiloto porque ya éramos “grandes”? ¿O entrar a ese pub o concierto que tanta ilusión nos hacía? Pero no, no es a esa grandeza material y física a la que nos referimos. Quizás deberíamos de cambiar esa mentalidad de vez en cuando y mirar el interior, no sólo el envoltorio, igual que no sólo deberíamos peinar, maquillar o asear nuestro exterior, a veces es tan grande la oscuridad allí dentro que nos impide brillar aquí fuera, puede que esa sea la primera clave para entender aquello que nos hace grandes.

Sin embargo, cabe remarcar que todos los factores nombrados anteriormente, tienen un denominador común, una causa-efecto concreta y compartida que nos ayuda a crecer, que nos ayuda a madurar en cada paso y que nos hace personas.  Si nunca nadie hubiera puesto la mano en el fuego, jamás hubiéramos llegado a comprender cómo es capaz de quemarnos. Si nunca nadie hubiera caído, jamás hubiéramos aprendido lo dañina que puede ser una herida cuando la sangre surca cada recóndito lugar de nuestra piel. Pero vayamos más allá, porque estás pequeñas metáforas pretenden mostrarnos que es la caída de nuestro ser o la llama que se prende en cada error lo que nos hace grandes; pues es la caída la que nos permite aprender y descubrir lo dulce que es el resurgir con más fuerza; pues es el fuego lo que nos avisa de que ese camino no es el adecuado para crecer y avanzar, pero como siempre, al final, todo dependerá de ti: puedes hacer que esa llama ilumine tu camino, o puedes permanecer impasible esperando que esa mísera llama te convierta en cenizas que el tiempo se encargará de borrar.


No importa tu edad, tu tamaño o tu apariencia. Tampoco el número de caídas a tus espaldas, o que la sangre siga surcando tus rodillas. Da igual que te hayas quemado una y otra vez, y que la esperanza ya no acuda cada vez que suplicas a gritos que la justicia acuda a tu salvación. Mira con templanza más allá para aprender que con el tiempo cada error se convertirá en una salvación, pues no hay caída lo suficientemente grande ni lamento desagradable que nos prive de hacernos más grandes;  cada golpe te hará más fuerte y quizás sólo así descubras que una derrota a tiempo es una victoria futura. Si te has caído siéntete afortunado. Estás en el camino correcto… ese que te lleva a ser cada vez más grande.