Suspiros que salen del alma.
Palabras que fluyen en una riada de sentimientos. Tu mirada junto a la mía; y
tu mano, que lentamente cae para no volver jamás. Todo eso ocurrió en un mero
segundo, una nada en realidad, pero que cambió nuestras vidas para siempre.
¿Cuántas veces habremos
despreciado esos segundos esperando en una parada de bus, una estación o
haciendo cola? Cuántas veces habremos despreciado lo pequeño… ¿no? Poca gente
se agacha por un céntimo, pero es la suma de esas pequeñas decisiones, las que
marcan la diferencia. La vida es eso, una pequeña suma de momentos y segundos
disfrazados de lugares, personas y emociones; porque al final sólo recordaremos
el lugar donde todo comenzó, las personas que nos acompañaban allí y el
sentimiento que despertaban.
Olvidaremos el segundo en el
que el destino nos empujó a tomar esa decisión, donde nada volvería a ser igual
tras ello. Cada movimiento en este tablero cuenta en un proceso de ida y de no
retorno, porque cada marca en nuestro cuerpo es un eco que el silencio se
encargará de recordar. Pero si hay algo que siempre grabaremos en nuestras
mentes es el preciso instante en el que cogimos el teléfono para recibir la
noticia; y cómo lentamente el llanto sucumbió ante un grito de horror e
incredibilidad, el silencio acudió a la llamada y poco a poco inundó nuestros
cuerpos. Un silencio turbio, tenebroso, diferente; nada a lo que podamos
comparar.
¿Por qué a ella? ¿Por qué a
él? ¿Por qué a esas 70, 150, o 200 personas inocentes? Nunca nadie podrá
saberlo, porque la tragedia nunca da razones, no avisa, no es justa, no permite
despedidas, no entiende de esperas ni ocasiones. Pero a veces, nos da otra
oportunidad para nacer de nuevo, para mirar el mundo con otros ojos, apreciar
cada segundo que puede cambiar nuestras vidas para bien o para mal.
¿Cómo olvidarlo? Su garganta
muda y el alma rota en mil pedazos; sus ojos inundados en un mar de lágrimas y
la mirada perdida en la oscuridad del horizonte; las manos clamando al cielo y
sus rodillas clavadas en el suelo. El mundo parecía un gigante ante su pequeño
ser, todo parecía inexplicable, difuso. Una vida partida, y un futuro borrado.
Una amistad desecha y un amor truncado. Todo eso pudo ocurrir en aquel fatídico
segundo, una nada en realidad, que despreciamos una y otra vez en el azar de nuestras
vidas; pero que puede dejar un estigma para el resto de la eternidad.
¿Todavía los desprecias? No
esperes a que el destino llame a tu puerta, no dejes que la tragedia te bañe de
dolor y arrepentimiento. Vive, comparte. Todo puede cambiar en eso… un segundo.
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