jueves, 21 de enero de 2016

Tras el acero de una armadura


“Parte del problema con la palabra “discapacidad” es que sugiere una inhabilidad para ver, escuchar, andar o hacer cosas que muchos de nosotros damos por sentado. Pero ¿qué ocurre con la gente que no puede sentir, hablar de sus sentimientos, controlar sus sentimientos, establecer relaciones cercanas, realizarse, gente que ha perdido la esperanza, que viven en la desgracia y la amargura? Para mí, esas son las discapacidades reales.”-Fred Rogers



“No tengo una discapacidad, tengo una habilidad diferente. Conóceme por mis habilidades, no por mis discapacidades.”-Robert M. Hensel

“Pon tu cara hacia el sol y no verás las sombras.”-Helen Keller.

“La discapacidad no te define; te define cómo haces frente a los desafíos que la discapacidad te presenta.”-Jim Abbott.

Y así enumeraríamos una infinidad de frases que quieren transmitirnos el mismo mensaje, y es que eso que denominamos “discapacidad” es en realidad una situación llena de capacidades, sueños e ilusiones. Las personas que viven inmersas en esta situación sienten más que la mayoría de las personas “capaces”, ven más allá que gran parte del resto de personas porque no utilizan sus ojos, sino que miran con una visión más humana, real y cautivadora como puede ser la luz del corazón.  Son capaces de transformar su mundo con solo una sonrisa, crear felicidad de la nada entre sus familiares, amigos y su entorno. Y sinceramente, ¿cuántos somos capaces de ello hoy en día? Es uno de los poderes que se les han sido otorgados.

Pero si hay algo que realmente admiro es su naturalidad. Tan sencillos y humanos como la vida misma, tan repletos de esa espontaneidad y tan carentes de una máscara o una apariencia que guarde recovecos de su personalidad. No tienen la necesidad de crear un personaje en las redes sociales que se mueva en un mundo virtual al son de un teatro más ficticio que real en ocasiones. Ellos no, son capaces de encontrar la felicidad entre los que les rodean, son capaces de abrirse al mundo real: el de sus seres queridos. Los que hayan tenido la oportunidad de conocer esta magia, sabrán bien de lo que hablo.


Tampoco juzgan a la gente, aunque lamentablemente a veces sean juzgados por su apariencia, por ser diferentes al resto, y es que parece que en este mundo en el que vivimos, a mucha gente le aterra la diferencia, tanto que siempre se aferra a las mismas ideas, a las mismas especulaciones, en vez de abrir su mente y evolucionar. En vez de engrandecer el mérito y el esfuerzo que cada día millones de personas realizan por mejorar la calidad de vida de estos pequeños y grandes caballeros que luchan en la simpleza del día a día por un mundo más justo y equitativo, por la oportunidad que merecen y a veces no se les es concedida. 




Así nació el proyecto que hoy os presento, porque más allá de la armadura que nos diferencia a todos y cada uno de los habitantes de este planeta, en el fondo subyace una misma verdad, un trasfondo igual de humano que a veces se ve encubierto por el culto a lo físico y material. “El verdadero caballero no lleva armadura” es un cuento que intenta evocar la grandeza de esos valientes caballeros que pese a ser juzgados en ocasiones por su armadura, son capaces de vencer el miedo y demostrar al mundo de lo que realmente capaces, porque no podemos poner “barreras al campo” y mucho menos, a la vida. Todo ello, con la ayuda de “maestros” que harán del camino un poco más fácil. El protagonista, el caballero Zarrán, se verá envuelto en una situación comprometida ante una oportunidad sin igual, aunque otros caballeros con armadura, como Alonso Dante, no se lo pondrán fácil. El cuento, bañado de emoción, sentimiento y misterio hasta el final, también intenta de una manera metafórica enaltecer el valor de todos y cada uno de estos caballeros sin armadura que se muestran tal como son, auténticos y naturales. También aborda a modo de leyenda el origen de Asodema, uno de los centros de referencia no solo a nivel local, sino regional y comarcal. El cuento comienza así:

“En un tiempo lejano, tanto que la naturaleza predominaba en la extensa llanura de La Mancha y el lince vagaba a sus anchas por los Montes de Toledo, vivía un caballero de corazón noble. El joven, alto y lánguido, no llegaba a rellenar la vieja armadura de su abuelo. Sus ojos verdes reflejaban la ilusión de un auténtico luchador, el sentimiento sincero con el que sueña alguna vez todo caballero: salvar una nación, un pueblo o una princesa. Su pelo corto, denso y oscuro, mostraba la mocedad del que aún tiene mucha vida por delante. Su piel clara aparentaba transmitir frialdad a su entorno; sin embargo, cada vez que sonreía, despertaba una luz en el interior de los allí presentes, una alegría y un cálido sentimiento humano difícil de describir.

Se llamaba Ramón, pero le gustaba que le llamaran “Zarrán”. No era un mote común, pero ya había escuchado de otros grandes caballeros como el Cid Campeador y él, aunque todavía era un aprendiz, quería tener un sobrenombre que fuera recordado si algún día el destino, le daba la oportunidad de demostrar su valía…..”




Ahora tenéis la oportunidad de formar parte de la leyenda del Caballero Zarrán y colaborar con ASODEMA. Todos los beneficios son para la asociación y podéis adquirir el cuento allí, en el Centro Ocupacional de Asodema en Madridejos. También agradecer la colaboración de la asociación en este pequeño proyecto con Tesoros Invisibles como el primer cimiento de un proyecto social que trata de engrandecer los valores que no se ven, pero que forman parte de lo que somos, siendo el motor de nuestra existencia. También valorar la labor que llevan desarrollando tantos años y de la que sin duda, todos los Madridejenses nos sentimos orgullosos.


No esperes para participar en la leyenda de Ramón Zarrán. Y tú, ¿todavía no conoces al verdadero caballero?