Quizás
todo ocurra por algunas causa; quizás, y sólo quizás, nuestra vida siga un
guión ya establecido, todo siga un rumbo que nadie puede establecer, y que
nadie puede parar. Y aunque nos empeñemos en darle sentido a nuestra vida, a
ser fieles capitanes de nuestro destino, todo siga un curso que no podemos
controlar…
Es
cierto que en la mayor parte de las
ocasiones, podremos decidir, construir nuestro futuro paso a paso, elección a
elección; porque nuestro futuro es la suma de pequeñas decisiones que pasaron
inadvertidas para el común de los mortales; el resto sólo veremos un resultado,
una situación o un momento… pero no el camino que elegimos hasta llegar allí.
Pero esta vida, tan caprichosa en tantas ocasiones, se encarga de elegir por
ti, de seleccionar lo que en ese momento mereces y debes tener. ¿Y qué puedes
hacer tú, un humilde humano de a pie? Sentarte a admirar como el misterio de la
vida se asoma a tu puerta y te propone un reto o una dificultad, y de cuya
elección, dependerá tu camino. Porque nadie elige estar enfermo, pero verlo
como un reto, llenarse de optimismo y
ganas de vivir para superarlo; o hundirse en un mísero lamento de impotencia y
esperar con apatía una solución; depende de ti, tú eliges ver el reto o el
castigo, la dificultad o la superación, la vida o la muerte.
La vida
se mueve en unos hilos tan finos que para que todo funcione bien tiene que
existir una perfección muy imperfecta. Digamos que desde el punto de vista
fisiológico y funcional, es necesario que exista un orden y una perfección en
todos los procesos que ocurren en nuestro organismo. Qué el humano sea un ser
tan desacertado en tantas ocasiones, capaz de causar daño a sus semejantes,
hace ocultar la verdadera perfección que guardamos dentro y que escondemos en
nuestro interior, sólo visible cuando nacemos. ¿Acaso existe un ser más
perfecto? Digamos que avanzar es por naturaleza regresar, volver a ser esos
seres tan perfectos que somos cuando nacemos.
La vida
es un milagro diario. Todo en nuestro cuerpo tiene una causa y cada proceso una
consecuencia. Cada órgano, cada sistema, cada uno de los procesos tienen un
fin, no funcionan arbitrariamente, sino que son necesarios para la vida y un pequeño
error puede provocar consecuencias irremediables porque todo, de algún modo,
esta milimetrado… ¡Pero caprichosa vida! Un fallo en unas pocas células, de los
millones y millones, pueden borrar esa auténtica perfección. Es como una
metáfora que el cuerpo trata de recordarnos, porque también nosotros, solemos
centrarnos en los pocos fallos que tenemos, en las pocas cosas que nos faltan o
necesitamos en nuestra vida diaria…. Y que no nos dejan ver la fortuna
inmaterial que nos rodea, ya sea en forma de oportunidades, capacidades, logros
o personas. Millones y millones de oportunidades de que salga todo mal, y sin
embargo podemos vivir, ¿Ven ahora que el vivir es algo más que una casualidad?
Pero desgraciadamente, si una célula funciona mal, de entre esos millones, nos
cegaremos a no ver el milagro, y el
vivir se convertirá en ese reto o castigo que la persona no decidió tener, pero
sí podrá afrontar. La actitud en la vida
puede hacer que el mayor muro se convierta en una escalera hacia nuestra
mejor versión, allí donde sólo nosotros podemos llegar si buscamos entre esos
millones de virtudes que guardamos en nuestro interior.
Pero a
veces la enfermedad llega sin más, y la
actitud es lo único que nos queda. ¡Y qué inmensa fortuna! , porque la persona
que tiene actitud, jamás caerá rendida ante la adversidad, será capaz de abrir
los ojos ante la luz de la vida ¿Y qué hacer cuando ves como las ganas de vivir
son capaces de vencer a la muerte? Caer rendido de emoción. Porque esto es un
homenaje a todos esos valientes que luchan contra algo que no se puede ver,
otra de esas cosas invisibles que nos va comiendo por dentro y que quiere que
poco a poco nos rindamos en esta batalla de la vida. ¿Y qué hacer si esa
persona se levanta cada día con alegría y esperanza, con ilusión y ganas de vencer en esta batalla?
Sentarse a admirar a estos héroes, valientes que un día desafiaron a la muerte
con lo mejor que tenían: vitalidad, alegría y sentimiento. Porque el sentimiento es eterno y vaya a donde vaya
nunca se perderá. No existe
medicamento más fuerte que el optimismo y las ganas de vivir.; porque al final,
ante tal demostración de lucha, valentía y entrega, la enfermedad caerá rendida
a sus pies.
Gracias
por mostrarnos la grandeza del ser humano, por ver esperanza donde sólo hay
espera, gracias por enseñarnos a plantar los pies en la tierra y mirar al
infinito , por aguardar con fe y mostrarnos que es posible. Sois un ejemplo de
superación, de cómo en la adversidad aún existen ganas de vivir; de cómo el
llanto puede dejar paso a la felicidad, sólo con una sonrisa cada día. ¡Y qué
gran valor, decidir sonreír a la vida, cuando podrías rendirte en un mar de
lágrimas! Vuestra lucha nos hace ver la vida con otra perspectiva, convierte
cada día de nuestra existencia en algo especial, abandonando la visión apática
que nos hace pensar que sólo vivimos una rutina donde solo cambia el paso de
los días. Nos mostráis como cada día que
pasamos en este desierto de incertidumbre tenemos un oasis de felicidad aguardando
a ser descubierto… si tú quieres.
Porque si una persona demuestra que no quiere desaparecer en el
silencio, que no quiere ser oscuridad ni
un lamento, ni romperse en lágrimas y desaparecer en una interminable historia
de humo y fantasías; la vida, recompensando tu osadía, te brinda otra
oportunidad, pues no hay adversidad lo suficientemente
grande como para detener al hombre que cree que es posible, y vosotros sois el
ejemplo, sois… ¡héroes!