domingo, 3 de febrero de 2013

Nuestra felicidad no tiene precio



“Apartemos el lujo y midamos las cosas por la utilidad que nos aportan” Séneca
No hay forma más gráfica de empezar este post. Huir de lo material para encontrar aquello que nos hace útiles, únicos; eso que lejos de esclavizarnos, nos hace personas.
¿Imagináis un mundo en el que la confianza no se mida por el color de un billete, la gente no se mueva por el interés y el poder no resida en aquello que ganas, sino en todo lo que das? Parece difícil hablar de una realidad así, ideal, pues desde que nacemos nos muestran el mundo como un lugar de lucha y sufrimiento, un lugar de difícil remedio y donde cualquier parecido con el paraíso, es pura coincidencia. Algunos se preguntarán por qué añoramos tanto nuestra infancia, por qué todos los recuerdos de esa etapa de nuestra vida permanecen grabados a fuego en nuestra mente, como un colchón de paz donde podemos refugiarnos cuando las cosas van mal. La respuesta es sencilla, contundente: no necesitábamos mucho para ser felices, para despertar la ilusión de cada momento y vivirlo como si fuera único. Pero tampoco no engañemos, un niño tampoco puede jugar con sentimientos, necesita un medio para transmitir sus sentimientos…. y es ahí, con los primeros juguetes, cuando comienza esa esclavitud material.

Poco a poco la sociedad nos va marcando los pasos en su modelo capitalista: después de los juguetes, vendrán otros objetos de apariencia más apetecible, como bicis, motos, coches, una casa… y hasta ahí todo normal, pues todos entendemos que los humanos no podemos vivir en un suspiro, en puro aire. El problema aparece cuando más allá de satisfacer nuestras necesidades más básicas como el comer o el dormir, lo material se convierte en una necesidad para satisfacer otros aspectos como la amistad, el amor o rellenar esa sensación de vacío que el afecto no logra satisfacer. Ya poca gente puede vivir sin el tono de un móvil cerca, un ordenador o internet; y sin ello, te quedas sin vida social, que es a las personas como el agua a las plantas: necesario para la vida. Éste es el alto precio que la sociedad nos impone. O juegas a su juego, o este imperio materialista te discrimina. ¿Ves que todos estamos sometidos a este modelo materialista?
Porque no hay mayor droga que el dinero, moneda de cambio que nos obliga a generarla para vivir, pero que seduce cada vez que roza tus manos: con él te crees un semidiós, poderoso, capaz de ponerle un precio a nuestro mundo para controlarlo. Y no hay mayor error que este, porque la gente más valiosa en este mundo es aquella que hace de una sonrisa el plato de cada día y tratan de salir adelante con los pocos recursos que tienen; mientras que esos que luchan por el poder y tratan hacer del dinero su felicidad no son una nada en realidad, pues dinero no regala vida, sino muerte cada vez que pasa de mano en mano. Todos hemos dicho alguna vez: “Si tuviera más dinero haría….” “Ojala fuera rico para...” Va ser que el dinero es más adictivo de lo que pensabas: es ahí cuando, contaminado por la mentalidad capitalista, lamentas la vida que te ha tocado, porque este modelo siempre te pedirá más, esclavizando tus deseos, sueños e ilusiones. Pero no sucumbáis a esta imposición, huir de todo aquello que no os haga libres y, ante todo, no caigas en esa frustración que haga depender vuestra felicidad de lo físico y material, que te obligue a comprar para satisfacer tu infelicidad y a trabajar como un esclavo para generar más dinero para poder seguir comprando. ¿Seguro que no eres una marioneta más en este juego de los mercados?

Pero hay algo que los dueños del mundo olvidaron: la felicidad es un arma de dos direcciones, puedes ser feliz si haces feliz a los demás, y muy infeliz si vendes tu suerte a un físico que mañana se esfumará, y del cual sólo quedará el recuerdo: eso es algo que por más que se empeñen los que tienen el poder, jamás podrán entender. Un atardecer al calor de tu familia, el abrazo de una entrañable amistad, la mirada de un amor verdadero,  o el cariño y afecto hacia ese que ya no está, es algo de valor incalculable, nadie podrá poner precio a nuestros sentimientos y emociones, a ese mundo de color que nos aleja la visión de un mundo que se antoja gris. Y no necesitas comprar unas vacaciones paradisiacas, un coche de lujo o un anillo de diamantes... basta con regalar una sonrisa, y en la medida que hagas feliz a los que te rodean, así de grande será tu felicidad.

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