“Cambia tu opinión pero mantén tus principios. Cambia tus
hojas pero mantén tus raíces” V. Hugo.
Más de 7 años han pasado desde que el 23 de enero de 2013 iniciáramos
la aventura de este blog. En este transcurso de los años, han sido muchos los
temas abordados, algunos tan diversos como la felicidad, el valor de lo
invisible, de la familia, del recuerdo de aquellos olvidados y la mención a
nuestro pasado. Hemos viajado en la transparencia de una “mirada abstracta”,
hasta encontrarnos con “un adiós que es para siempre”.
También nos hemos hecho eco “del tiempo que nos queda”, y en
esta dulce travesía, hemos aludido a nuestra esencia más verdadera y “que no te
digan lo que eres”. En este paseo nos dimos cuenta de la maravillosa
oportunidad de disfrutar de las pequeñas cosas en la “perfecta imperfección”,
porque como aludía aquella entrada, “no esperéis la perfección y vuestros
deseos para poder disfrutar cada bocanada de esta vida. Para apreciar ese
atardecer aunque el cielo amenace tormenta; para maravillarse con la
arbitrariedad de una noche estrellada; para contemplar el laberinto de edificios
en la colina de una gran ciudad; para fascinarse con el vaivén de las olas en
una orilla cualquiera; para valorar la compañía de aquel que nos tiende la
mano. Ama la imperfección, aprecia la vida. Porque si valoras la imperfección,
podrás hacer de este mundo un idilio en el que vivir.”
Aquellas tardes contemplando el ocaso desde una pequeña
ciudad cualquiera, repleta de banderas y egos del pasado, tomamos conciencia de
lo que era “la llamada patria”, pues “aún queda esperanza en el obrero que cada
mañana se levanta para sacar este país adelante, que hace del sudor de su
frente su bandera y que tributa de manera honrada como una hormiga que intenta
cargar a sus espaldas el peso de un país entero.(..) Porque no hay derechas ni
hay izquierdas, no hay rojos ni azules; no hay verdades absolutas ni leyes
impolutas; no hay ideas que tengan supremacía sobre otras. Para que crezca un
país es necesario que crezcan las personas, que se carguen de humanidad y se
conviertan en personas repletas de solidaridad, de honradez, de honestidad…”.
En algunos momentos, la reflexión se convirtió en un
profundo análisis de la sociedad, pues como ya vaticinábamos en 2016: “Estaba
claro que algún día llegaría ese momento; el momento de despertar y darse
cuenta de que no podemos presumir de un
país que a pesar de tener los mejores equipos de fútbol, los mejores estadios,
los mejores toreros, las mejores playas de Europa y demás motivos de ocio,
encabeza la lista de parados, de paro juvenil, de abandono escolar, de familias
en riesgo de exclusión social y de pobreza infantil”.
A lo largo de estos años también tuvimos tiempo para
disfrutar del paseo y apreciar con absoluta delicadeza “la luz del camino”, esa
que transciende al tiempo y el espacio, esa que aguarda en la esencia de todo
viaje, de toda meta, pues “no importa cuán lejos parezca, el que se esfuerza
podrá caer una y otra vez, pero tarde o temprano, de forma inevitable, el
exterior reflejará la lucha interna que durante meses o años, ha llevado a cabo
en silencio. Porque las mejores batallas, son aquellas que se sustentan con uno
mismo, ante la oscuridad de un camino que paso a paso, se hará más brillante
cada vez.”
Ahora en pleno 2020, día 15 de confinamiento, puedo afirmar
que cuando más temerosa sea la situación, cuando la incertidumbre inunde las
calles y más oscuridad tiña el futuro, más se debe uno a sus principios, a sus
raíces. Muchos de nosotros nos enfrentaremos a situaciones desagradables, insólitas,
que harán tambalear nuestros pensamientos y harán replantearnos el por qué de
las cosas. El por qué no compartí esa cerveza con el amigo que siempre me
insistía, por qué le negué ese abrazo a mi abuelo cuando podía, por qué no le
dije a aquella persona lo que sentía por ella, o por qué no pasé más tiempo con
mi familia. Tendemos a carecer de lo esencial, volvemos a echar de menos las
pequeñas cosas y eso, de nuevo, nos llena de pureza, de humanidad.
Algunos de nosotros escogimos una profesión que a día de hoy
se ha convertido en una profesión de riesgo. Cuidados a domicilio, profesional
sanitario, cuerpos de seguridad, transportistas, vendedores ambulantes,
dependientes de supermercado… Todos estamos en un momento determinado de
nuestras vidas y todos, desarrollamos una actividad determinada, que detrás
acarrea un motivo. Cada uno con su propia razón, pero en el fondo de todos
nosotros, las ganas de regresar pronto y con libertad, cerca de nuestros seres
queridos. Hace unos años ya nos dimos cuenta en este blog de que “no importa el
qué, sino es con quién”. “Y por este
camino, descubrí que un día sin ellos, es un día perdido. Porque el tiempo no
se pierde si esperas un bus o un tren, si pasas un día entero encerrado en una
biblioteca o currando en una oficina; porque el tiempo no desaparecería si a tu
lado, ellos estuvieran siempre (…).”
“Y vosotros, que ocultáis vuestros rostros tras estas
palabras, que habéis vivido la necesidad de viajar y alejaros de vuestros seres
queridos, que habéis soportado el adiós de un familiar o un amigo cercano, que
habéis visto como poco a poco desaparecían esas personas de vuestras vidas,
hundidas en la necesidad o sepultadas bajo tierra en una muerte lenta y
dolorosa, todas esas personas que hoy leen esto y comparten con nosotros cada
una de estas palabras, no permitáis jamás que el tiempo os ciegue en el olvido,
no dejéis nunca de sentir cerca a cada uno de esos escuderos que tenéis
vuestras espaldas mostrando que un día cualquiera puede convertirse en un día
especial.”
A día de hoy cuando una persona yace enferma cerca de mi
regazo, cuando una lágrima se derrama en la mejilla de un familiar, o cuando un
sollozo rompe el silencio de una sala de espera recurro a mis principios. Allí me
sostengo en mis raíces y encuentro todo tipo de contradicciones: “tantos
lugares llenos de gente pero ausente de personas; tantos talonarios repletos y
corazones congelados; tantas plazas silentes y bancos ruidosos; tantas verdades
ocultas y tantas mentiras mostradas;
tantas falsas sonrisas y tanto dolor verdadero; tantas casas vacías y
tanta gente que vive en la calle; tantos con capacidad para llegar lejos y tan
pocos que lo hacen por no creer en su sueño, por no tener claro su objetivo en
la vida; tantas personas con un objetivo claro y que sin embargo, no tienen
posibilidad de llevarlo a cabo; tantos niños sin infancia y tantos parques sin
niños; tantas conversaciones en los
móviles y tanto silencio en cada mirada, en cada encuentro, en cada compañía;
tantos libros repletos y tantas mentes ausentes de conocimiento que recitan sin
aprender; tantos campos de fútbol y tanto fracaso escolar; tantas plazas de
toros y tantos recortes en la sanidad…(…)” . Entonces en la dificultad de los
medios, en el apoteósico malestar que genera la muerte y su desconcierto, en
ese aura que precede al drama, recuerdo el sueño de un niño. Y pienso en qué
pensaría él de esta situación, de todo lo que hubiera dado por llegar a tener
la oportunidad de formar parte de una profesión que hiciera del mundo, un lugar
menos hostil. Un lugar mejor en el que
vivir. Es entonces cuando uno abre los ojos, y la vida adquiere todo el sentido del mundo.
Buena David, como siempre con tus reflexiones que llegan al alma y hacen que aprendamos el sentir de cada momento de la vida.
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